Antes del orden, siempre hay un derrumbe

Nos han entrenado para buscar claridad, estructura, procesos, métricas. Pero todo lo realmente vivo —un cambio, una idea, una marca en transformación— comienza con ruido. Confusión. Caos. La belleza incómoda de no saber qué sigue.

El caos no es desorden: es lenguaje

Detrás del aparente colapso suele haber señales. Tensiones que incomodan, decisiones que se resisten, síntomas que el sistema intenta esconder. En una empresa, como en una vida, el caos no aparece porque sí. Es un lenguaje. El problema es que nadie nos enseñó a escucharlo.

Caos creativo, no decorativo

No se trata de romantizar el burnout ni glorificar la improvisación constante. Se trata de reconocer que el momento de mayor incomodidad es también el que puede abrir nuevas preguntas. Y si hay una buena pregunta, hay camino.

En los negocios también

Muchas marcas vienen a nosotros diciendo “queremos claridad”. Pero lo que en realidad necesitan es una conversación honesta sobre lo que ya no funciona. Y eso no se ordena sin primero revolverlo todo. Una marca no se transforma con un nuevo logo. Se transforma cuando es capaz de reescribirse.

¿Y si el caos no es algo a evitar, sino a traducir?

En Plácido creemos que hay que sostener el caos el tiempo suficiente como para entenderlo. Y a partir de ahí, crear algo desde él.